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Un gobierno de narcotraficantes y asesinos. Cocaína

El rompimiento de relaciones de Bolivia y Venezuela con los Estados Unidos, no va a pasar sin dramáticas consecuencias. El que inicialmente va a sentir el golpe con mayor dolor será Bolivia, ya que Venezuela seguirá exportándole petróleo con o sin embajador, pero Bolivia no tiene ninguna cosa que los norteamericanos necesiten.

Es más, el año pasado, Estados Unidos le hizo el favor de prorrogarle el tratado de libre comercio y erradicación de drogas (ATPDEA) sólo para que no quiebren las pocas empresas exportadoras y miles de personas mantengan sus empleos.

Bajo ese convenio le vende a Estados Unidos $362.6 millones de dólares anuales. Cifra que beneficia a unos 50.000 bolivianos y sus familias.

Bolivia no ha cumplido con su compromiso de erradicar cocales y luchar contra el tráfico de cocaína, por el contrario, esas tareas han sido alentadas por Morales para alegrar a sus bases y enriquecer a sus amigos. Los datos a 2006 indican un aumento en los cultivos a 25.800 hectáreas y una producción de 115 toneladas anuales de cocaína pura.

No hay que olvidar que la holgada trayectoria política del dictador campesino -- además de fruto del apoyo económico y estratégico de Hugo Chávez-- es resultado de su vínculo con la coca y la cocaína, asunto que sus admiradores extranjeros no sacan a relucir cuando le hacen honores o le invitan a dar discursos para instruirse con sus notables aptitudes intelectuales, únicamente muestran la fingida imagen del “pobre agricultor que surgió de la nada”. Todavía nadie se encargó de indagar sus multimillonarias cuentas bancarias.

El aislamiento internacional y el consecuente hundimiento económico de Bolivia será vertiginoso, pero la población se sostendrá temporalmente con el descomunal rebalse de dinero que ocasiona la elaboración de droga, y forzará a muchos a asociarse con el crimen organizado para poder subsistir.

El lacayo más solemne de Hugo Chávez, el Secretario General de la OEA José Miguel Insulza, dijo que intercederá para que el ATPDEA se mantenga vigente, pese a que Evo Morales además de expulsar al embajador norteamericano en Bolivia, impuso la salida de los oficiales de la DEA (Drug Enforcement Administration) la oficina norteamericana de control de drogas, y los voluntarios de USAID y el Cuerpo de Paz.

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Bolivia se ha convertido en un país fuera de la ley, tal como sucedió durante el gobierno del dictador Luis García Meza (1980-1981), que todavía guarda prisión bajo condena de 30 años, por delitos inferiores a los cometidos por Morales tanto en lo referente al narcotráfico, como a la persecución y asesinato de opositores, transgresión de los derechos civiles, y otras violaciones a los Derechos Humanos.

Materializando los sueños que vislumbraron Castro y Chávez, Bolivia, sin el ojo escudriñador de los Estados Unidos, seguirá transformándose en La Meca de los terroristas, narcotraficantes, mercenarios, guerrilleros y otras inmundicias.

Un gobierno, por más democráticamente que haya sido elegido, automáticamente pierde sus privilegios y legitimidad cuando viola las leyes y atropella a sus ciudadanos.

Evo Morales y su régimen delincuencial perdieron sus derechos legales, desde que perpetraron los sabidos desacatos constitucionales que culminaron en violentos enfrentamientos con la población civil, en los que aniquilaron a más de 100 personas, e hirieron brutalmente a centenares más.

Al cortar su lazo con los Estados Unidos, las dos repúblicas bananeras no sólo se alejan de la superpotencia sino de sus aliados.

Únicamente los comunistas, los totalitarios y los árabes van a hacer negocios con el dictador indígena y el militar enajenado a quienes poco y nada tienen que comprar, a menos que los rusos tengan la tecnología para refinar el denso petróleo venezolano, y en Bolivia se haya constatado la existencia de minerales radiactivos que podrían ser utilizados para fabricar las armas nucleares que tanto apetecen a los extremistas.

La descalificación internacional al régimen del déspota boliviano Evo Morales por fin le cerrará las puertas del mundo civilizado, si es que todavía se puede denominar así, a sociedades que vienen elogiando la incultura, la fechoría, el terrorismo, la mentira, el abuso, la hipocresía, el asesinato, el desfalco, las amenazas y el cinismo de uno de los más depravados gobernantes que ha visto Latinoamérica en mucho tiempo.

José Brechner

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