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El conocido como “episodio de la cocaína” es uno de los que mejor demuestran el deseo obsesivo de Sigmund Freud por alcanzar la fama y la gloria y sus métodos para cubrir cualquier aspecto negativo de su figura.
En 1884 la cocaína era una sustancia insuficientemente estudiada. Aquel año Freud leyó un artículo de un médico militar, Theodor Aschenbrandt, en el que se describían los efectos de la cocaína administrada a soldados que padecían agotamiento.
Freud emprendió una investigación inmediata acerca de la literatura médica sobre el tema y descubre un artículo de Bentley y Palmer acerca del tratamiento del hábito de la morfina por medio de la cocaína.
El colega y amigo de Freud, Ernst von Fleischl-Marxow, era un adicto a la morfina y Freud le asegura que puede ayudarle a superarlo mediante un tratamiento con cocaína. Fleischl-Marxow acepta.
En solo unos días, Freud concluye que no solo ha curado a su colega, Fleischl-Marxow, sino que además ha sido capaz de curar un caso de catarro gástrico mediante la administración oral de una sola dosis de cocaína al paciente al que de inmediato le desaparecieron los dolores. Unas semanas, muy pocas, después, Freud tiene listo un artículo que publica al día siguiente de su conclusión. En ese trabajo Freud aseguraba que la cocaína no producía adicción y atacaba duramente a quienes se mostraban críticos con ella. Freud mismo había empezado a consumir cocaína en abril de1884 y se convierte en un fervoroso defensor de la cocaína, de sus virtudes y de la extensión de su uso.
Pero, inexorablemente, los perjuicios del uso terapéutico de la cocaína fueron haciéndose evidentes. Fleischl-Marxow sustituyó la adicción a la morfina por una adicción a la cocaína con efectos devastadores, y se conocieron cientos de casos de adicción en todo el mundo.
Las acciones de Freud en su defensa, pues se había convertido en el centro de las críticas, son muy reveladoras.
Comenzó asegurando que la cocaína solo producía adicción cuando existía previamente una a la morfina, algo que enseguida se demostró equivocado.
Respecto a Fleischl-Marxow, de cuyo caso había publicado Freud un artículo presentándolo como un ejemplo de curación de la adicción a la morfina en “solo diez días” sin que hubiera experimentado necesidad de seguir con la coca, en épocas posteriores hablaba de que él mismo Fleischl se había envenenado con cocaína al inyectársela en lugar de tomarla por vía oral. Censuró públicamente la inyección subcutánea de la cocaína y llegó a escribir que “nunca contemplé la posibilidad de que la droga se administrara mediante una inyección”. Según Freud lo presentaba, Fleischl-Marxow había cometido una locura con consecuencias nefastas que el propio Freud nunca habría recomendado.
Sin embargo, Freud, en un artículo de 1885, “Sobre los efectos de la cocaína”, había escrito: “Debería recomendar sin vacilar que se administrara la cocaína mediante inyecciones subcutáneas”. Y, mencionando expresamente a su colega, en su artículo “Cocaína y sus sales” de 1884, Freud había escrito: “El doctor Ernest von Fleischl-Marxow… ha establecido que la cocaína, aplicada con inyecciones hipodérmicas, resulta ser un adyuvante de inestimable valor contra el uso continuado de la morfina. Este hecho por si solo podía dar un lugar duradero a este tratamiento entre los tesoros del médico.”
En marzo de 1885 Freud escribía un artículo, el mismo en el que recomendaba sin reserva las inyecciones subcutáneas de cocaína, en el que declaraba que “no se había manifestado ninguna habituación a la cocaína”, en abril escribía a su prometida previniéndola del peligro de habituarse a la cocaína, y en agosto, cuando el artículo recibía reseñas favorables a sus ya por el conocidas falsas afirmaciones, manifestaba públicamente su satisfacción sin advertir del peligro.
¿Era Freud un falsario consciente o simplemente su juicio se encontraba cegado por su ambición? ¿ Y el Psicoanálisis que él fundó, una evidente pseudociencia, es un caso de lo primero o de los segundo?.
Bueno, otros actos de Freud bien conocidos apuntan a lo segundo.
Freud aprendió de Charcot el concepto de la causa psicogénica de la histeria. Charcot mantenía que la histeria era causada por “ideas parásitas” procedentes de traumas, entre los que se podían encontrar algunos de raíz sexual.
Freud, y su colega Breuer, junto al que escribió “De los mecanismos psíquicos de la histeria”, pensaban que las causas estaban en recuerdos que los pacientes no podían o no querían recuperar. Charcot también lo mantenía así, pero no consideraba necesaria la identificación de la idea concreta para la curación. En cambio Freud y Breuer sí consideraron buscar el recuerdo exacto causante de la histeria. Freud desarrolló la técnica que llamó de asociación libre para encontrar esos recuerdos que, en su hipótesis, permanecían necesariamente ocultos. Dado que la sexualidad es el aspecto de la vida que se solía mantener más oculto a la vista ajena, que con más reticencia se avenían a contarle los pacientes, se vieron pronto enfrentados al sexo como el fundamental componente de los recuerdos “ocultos” y, por tanto, como el principal causante de histeria.
Breuer no dejó de lado otras causas, pero Freud, que aspiraba a “desvelar todos los secretos con una única llave”, se propuso explicar todos los casos de histeria mediante recuerdos ocultos de tipo sexual. Según Breuer, esta fue la causa principal de su distanciamiento.
Hasta tal punto fue así que Freud solo consideraba una “confesión” completa cuando incluía un relato sexual, negándose a creer a sus pacientes que aseguraban que no había ningún trauma sexual en sus vidas. Una de sus pacientes aseguró a Freud que su crisis de angustia se debía a ciertas curas desagradables debidas a una lesión. Freud escribió: “Por supuesto, rechacé tal deducción y trate de buscar otra más acorde con mis opiniones de la etiología de la neurosis”. Freud confesó que dirigía la atención de sus pacientes hacia “las ideas sexuales, pese a sus protestas”.
Freud se comportaba con sus pacientes como un inquisidor en busca de confesiones. En 1909, Freud trató a Dora, una joven aquejada de catarro y dolores abdominales, entre otros síntomas, que Freud achacó a la masturbación. También se empeñó en que la tos persistente de Dora se debía a una fantasía erótica que incluía una felación. Ya que había decidido de antemano que Dora se masturbaba en su infancia, acosó a la joven una y otra vez, discutió con ella, la arrinconó, la bombardeó con interpretaciones hasta que la joven, incapaz de seguir negando aseguró que, cuanto menos, ella no recordaba nada de eso. Durante una de las sesiones, Dora jugueteaba nerviosa con su bolso abriéndolo y cerrándolo y Freud lo interpretó a su manera:
“El bolso de Dora, que se abría por la parte superior, como es habitual, no era más que una representación de sus genitales, y su jugueteo, al abrirlo y meter el dedo, no hacía más que afirmar mediante una pantomima inequívoca y despreocupada qué le gustaría hacer con ellos, en una palabra: masturbarse”
Freud escribió que su teoría de la seducción estaba apoyada por 18 casos acabados con éxito terapéutico, sin embargo, semanas y meses después Freud confesaba con desesperación en cartas privadas que no había acabado con ningún caso.
Al final, Freud abandonó la teoría de la seducción. En su autobiografía escrita en 1925, Freud declararía que “aquellas escenas nunca tuvieron lugar, eran historias que inventaron mis pacientes”.