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La cocaína, hoy es prácticamente libre de fabricarse en el país de Evo Morales, quien además de presidente de Bolivia, se mantiene a la cabeza de todas las organizaciones de productores de la hoja de coca. A los agricultores que lo hicieron nacer a la vida política, nunca se les presentó una oportunidad semejante para dedicarse a la actividad ilícita más rentable del mundo. Su jefe no sólo es su jefe, sino el de todos los bolivianos.
La fuerza policial encargada de la lucha contra el narcotráfico indica que de Bolivia, se contrabandean dos toneladas por mes, lo que suena a eufemismo, considerando que en 1991, más de 300.000 personas dependían directa o indirectamente de la coca. La política de Morales de “coca sí, cocaína no”, es una burla. El grueso de la producción de coca se usa para elaborar cocaína. En el primer trimestre de 2007 se destruyeron 936 laboratorios clandestinos. ¿Cuántos realmente hay?
La cocaína es el producto mejor cotizado de Bolivia y, después de las nacionalizaciones efectuadas por el gobierno, es de los pocos commodities que quedan disponibles para exportación por la empresa privada, en este caso formada por cárteles de narcotraficantes.
Si algo puede apaciguar los ánimos de muchos opositores al régimen de Morales, es que el gobierno siga haciendo la vista gorda al narcotráfico. El año pasado se erradicaron apenas 5.000 hectáreas de coca, el mínimo establecido por la ley y los tratados internacionales, y la cantidad más baja en los últimos 10 años. Según datos de la ONU, en 2005 existían 25.400 hectáreas cultivadas. Morales sugirió aumentarlas a 40.000.
La droga genera descomunales cantidades de dinero que se esparcen por todos los ámbitos de la economía boliviana. Si le sumamos el superávit por los nuevos precios del gas, la temporal bonanza económica es motivo de regocijo para todos. Los narcotraficantes gustan de invertir en construcciones, lo que da trabajo a miles de personas del rubro y ramas afines, y las nuevas edificaciones son sinónimo de progreso, lo que levanta los confundidos ánimos citadinos.
Los mayores opositores políticos al régimen de Morales se encuentran en el oriente boliviano, que fue en el pasado el principal progenitor de las mafias narcotraficantes. Fortunas que hoy son consideradas legales, se iniciaron con la droga durante las dictaduras de Bánzer y de Luis García Meza. Mientras se mantenga el statu quo, sin represión contra la plantación y producción de coca y cocaína, muchos lugareños apoyarán al gobierno, más allá de cualquier postura ideológica.
Morales piensa que mientras tenga a Papá Chávez que lo respalde política y militarmente, él puede hacer de Bolivia lo que quiere, en este caso, un Estado marginado de la ley; diversión que durará hasta que el mundo decida poner fin a sus locuras, lo que puede demorar mucho tiempo, ya que los ojos de los grandes están enfocados en el terrorismo internacional, el Medio Oriente y una posible amenaza nuclear.
Las FARC se nutren del tráfico de drogas, lo que les ha permitido mantenerse activas por largos sangrientos años. Cuba en los 80, sirvió de rampa de lanzamiento de estupefacientes hacia los grandes mercados internacionales. Hoy es el gobierno de Venezuela quien protege a los narcos y a la guerrilla. Para Chávez, Morales y los otros seguidores del Socialismo del Siglo XXI, la cocaína es una gran fuente de recursos para enriquecerse, fortalecerse y eternizarse en el poder: único y verdadero objetivo común entre los democráticos dictadores.
El dinero es poder y es un poder más sólido que el político. El poder político es efímero, el poder económico puede durar mucho más. Cuando la riqueza proviene de los recursos naturales o de la droga y no de la creatividad o el ingenio humano, es un arma peligrosa. Sin el dinero del petróleo, del gas, de la heroína o de la cocaína, ninguno de los provocadores del caos sería nada. Los líderes árabes seguirían arrastrando el camello, y Chávez y Morales harían lo mismo con el burro y la carreta.
José Brechner 2009