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Las “teorías del vínculo maternal” se vienen centrando cada vez más en el estudio del desarrollo del niño en el contexto en el que tiene lugar la crianza. Algunas de las contribuciones más interesantes sobre este tema proceden de investigaciones llevadas a cabo en situaciones de riesgo en las que existe una interconexión entre factores personales, de relación y sociales.
Se distinguen dos clases de factores de riesgo para el desarrollo del niño: factores internos, como anomalías físicas, comportamiento y trastornos psicológicos que dificultan la atención que le dedican los padres; y los factores externos o, lo que es lo mismo, relacionados con el contexto en el que crece, como la historia personal del progenitor, sus características psicológicas o elementos ecológicos relativos tanto a su entorno personal como al de la familia completa.
En el presente artículo, relacionado con los niños de progenitores adictos a la cocaína (especialmente madres), se toman en cuenta las dos fuentes de desarrollo en el análisis de su desarrollo afectivo – relacional, la interconexión entre riesgos endógenos y exógenos.
Desde la perspectiva de la investigación clínico – biológica de la cocaína, existen suficientes razones para sugerir que los derivados de la cocaína (clorhidrato, pasta básica, crack y base libre), por su características de elaboración y modalidad de consumo, condicionarían en el adicto o adicta ciertos cambios estructurales a nivel cromosómico tales como alterar el desarrollo embrional y fetal de su descendencia. Los marcadores de riesgo más significativos con probable origen genético hallados en estos estudios, permiten delinear un cierto patrón de características en los niños, hijos de dependientes de la cocaína, caracterizados por: hiperkinesia motora, distracción, ansiedad, rabietas, agresividad, desobediencia patológica, enuresis primaria, alteraciones morfológicas poco comunes (óseas, musculares, cardiacas, etc.), sistema inmunológico deficiente, medidas antropomórficas deficientes, retardo en la adquisición inicial del lenguaje y la deambulación, así como conductas motoras finas deficientes y alteraciones en la escolaridad. Algunos de estos datos proceden de estudios de vigilancia epidemiológica en Estados Unidos.
Otras investigaciones que han evaluado el mismo tema –hijos de madres dependientes a la cocaína y heroína-, específicamente entre los efectos perinatales de estas drogas en recién nacidos expuestos al consumo durante el periodo de gestación, encontraron: rotura de placenta y nacimiento prematuro, menor circunferencia craneal, incidencia de infartos cerebrales perinatales, malformaciones congénitas y trastornos neuro-comportamentales.
Del mismo modo, se ha determinado que el feto puede establecer una dependencia de las drogas que toma la madre, con el riesgo de sufrir inmediatamente después del parto, a causa de la brusca interrupción del suministro de droga, verdadera crisis de abstinencia, que podrían variar según la vía de administración de la cocaína.
Por lo expuesto, queda claro la necesidad de desarrollar intervenciones preventivas en la primera infancia con niños pequeños, sea en los jardines infantiles, sea en las familias. No obstante, estas intervenciones no deberían focalizarse en niños con padres adictos a drogas, dejando de lado a las poblaciones de niños con perfil de riesgo muy parecido, asumiendo más bien, un enfoque preventivo de salud pública.
Por Milton Rojas.
Viernes, 30 de mayo 2008