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El consumo de Cocaína, potente estimulante cerebral, no ha dejado de crecer desde los años 60 del siglo XX, causando un complejo problema de salud, la adicción a la cocaína o al crack (cocaína procesada para ser fumada).
Sin embargo, y a pesar de la gravedad de los efectos que la Cocaína causa en el organismo (especialmente en el sistema cardiovascular, el hígado y el cerebro), la dependencia a esta sustancia no siempre es tratada médicamente.
En muchos casos, la ausencia de tratamientos tiene que ver con que la abstinencia de cocaína no provoca síntomas físicos muy evidentes, sino psicológicos ante todo.
Esta ausencia de síntomas físicos evidentes ha hecho pensar en el pasado que la cocaína no era adictiva y que por tanto su abuso no requería tratamiento, cuando la verdad es que cada droga tiene sus propios y específicos efectos adictivos, que en el caso de la cocaína son muy poderosos. De hecho, la búsqueda y el deseo compulsivo de droga, que es la marca distintiva de la adicción, acompaña al abuso de cocaína de manera más rápida y fuerte que a muchas otras drogas ilegales.
Por otro lado, todavía hay concepciones erróneas sobre lo que la adicción es, creencias que impiden que la adicción sea tratada como lo que es, una enfermedad. Todavía para mucha gente la adicción es una cuestión de decisión personal, es decir, el adicto lo sería porque quiere consumir mucha droga, o es un asunto de falta de carácter, y así el adicto no deja de consumir drogas porque no tiene fuerza de voluntad. Detrás de estas concepciones está la creencia de que abandonar la adicción a sustancias químicas está enteramente en las manos (en la voluntad) de la persona adicta.
La realidad es que la adicción, más allá de la decisión y la voluntad, es una enfermedad que escapa al control del adicto. Porque con el consumo elevado o prolongado de cocaína, el cerebro experimenta cambios bioquímicos que modifican los comportamientos, pensamientos y sentimientos del consumidor, y que producen, entre otros efectos, un deseo compulsivo e incontrolable de consumir droga. Esto implica que el adicto difícilmente puede controlar ese deseo que se debe a los daños cerebrales producidos por la cocaína, así como usualmente pierde la capacidad para autoevaluar los daños que el consumo le está haciendo y para dirigir su conducta hacia el abandono de la droga.
Por tanto, la adicción es una enfermedad cerebral. Una enfermedad que se puede tratar y de la que hay recuperación. Hoy en día, gracias a las investigaciones y las nuevas tecnologías, cada vez se sabe más acerca de cómo actúa la cocaína en el cerebro y los efectos que produce, lo que permite desarrollar tratamientos y fármacos adecuados para que el adicto recupere el control de su vida.
El tratamiento de cocaína comienza con un diagnóstico que comprende la evaluación de los factores biológicos, sociales y psicológicos que interactúan en la enfermedad de cada persona, y que implica exámenes y análisis médicos y psicológicos. Tras el diagnóstico y el diseño del proceso a seguir, el tratamiento implica una desintoxicación.
Pero aquí es importante señalar que la desintoxicación se puede entender de diversas maneras. En los tratamientos tradicionales, la desintoxicación se centra en el control de los síntomas más evidentes de la adicción, esto es, en el control del síndrome de abstinencia. Según esta concepción, tratar la adicción a la cocaína significa ante todo limpiar el organismo de la droga.
Sin embargo la desintoxicación, tal y como se entiende en tratamientos avanzados, implica no sólo la eliminación de los síntomas de la abstinencia, sino también y de manera fundamental la recuperación de los daños cerebrales causados por la droga, y de las funciones cognitivas y afectivas que habían sufrido alteraciones. Desde esta segunda concepción, que más que hablar de desintoxicación lo haría de neurorrecuperación, tratar la adicción a la cocaína significa limpiar el organismo y reparar los daños cerebrales que esta adicción ha causado.
Estas dos maneras de entender la recuperación de la adicción se pueden ejemplificar así. Cuando una persona se rompe un hueso, es decir, sufre una fractura, se puede tratar el dolor, hacer que desaparezca, pero eso no quiere decir que se haya curado si a la vez el hueso no es reparado para que recupere su funcionalidad.
Esto no quiere decir que no sea importante tratar los síntomas de la abstinencia cuando se deja de consumir cocaína, ya que de hecho el síndrome de abstinencia es un reto y un obstáculo para la recuperación de la adicción. Es un síndrome que ocurre porque el organismo se ha acostumbrado a la presencia de la cocaína (se ha vuelto dependiente) y el cerebro deja de producir las sustancias químicas naturales que la droga reemplaza, sobre todo un neurotransmisor llamado dopamina.
Es decir, el organismo depende de la droga para funcionar “normalmente”, y por eso cuando se deja de consumir cocaína después de un tiempo prolongado de consumo, el organismo no cuenta ni con las sustancias químicas naturales que ha dejado de producir, ni con el sustituto químico que supone la droga, y sufre alteraciones.
Unas alteraciones que se experimentan como síntomas opuestos a los efectos de la cocaína, fundamentalmente con depresión, insomnio o hipersomnia, fatiga, irritabilidad, agitación y desórdenes psiquiátricos.
Síntomas que sólo desaparecen, si no hay tratamiento adecuado, cuando se vuelve a consumir cocaína. De hecho, el síndrome de abstinencia se convierte en el principal miedo cuando se quiere abandonar el consumo de droga, así como en el principal riesgo de recaída, por la necesidad de aliviar el malestar que produce dicha abstinencia.
Más allá de la desintoxicación cocaína: La recuperación neuronal en el tratamiento cocaína.
Pero más allá de la desintoxicación o retirada de la cocaína del organismo, es necesario recuperar las zonas del cerebro que han sido dañadas por la adicción, es decir, es necesario que haya una neuroadaptación.
Porque los métodos “tradicionales” de desintoxicación sirven para limpiar el organismo controlando los síntomas de la abstinencia, pero no restauran esas zonas cerebrales en las que la droga ha causado cambios neuroquímicos, especialmente en los sistemas serotonérgicos y dopaminérgicos, con el riesgo adicional de que este tipo de desintoxicaciones puede enmascarar los síntomas de daño cerebral.
Esta recuperación neuronal se hace hoy en día por medio de una avanzada intervención farmacológica llevada a cabo por profesionales de la medicina y la enfermería y con un control continuo del paciente en un espacio hospitalario. Mediante el procedimiento de neuroadaptación, se actúa en los receptores cerebrales, y en sistemas y estructuras como el área ventral del tegmento (VTA) , el núcleo accumbens y la corteza prefrontal, que además están asociadas con el síndrome de abstinencia, por lo que, al intervenir en la recuperación de estas áreas, se previene la aparición de síntomas de abstinencia. Así, por un lado, la recuperación de las estructuras cerebrales permite la eliminación de los síntomas de abstinencia y permite que desaparezca el ansia, el deseo irrefrenable de consumir cocaína. Y por otro lado esta intervención, al recuperar las funciones cerebrales alteradas por la droga, hace que se restauren procesos avanzados de cognición y afectividad, como la capacidad de atención, la capacidad para leer, la conciencia o la serenidad.
Bajo estas condiciones, el tratamiento de la adicción a la cocaína tiene varios logros inmediatos: proporciona un abandono seguro, bajo control médico, de la adicción; permite una abstinencia sin síndrome, es decir, sin sufrimiento; recupera en el paciente procesos cognitivos y afectivos que habían sido alterados; y permite que el paciente tenga una buena disposición, por no haber pasado por un tratamiento con el malestar de la abstinencia, para tomar el control de una vida libre de droga.
Este artículo proviene de Emprendedoras.com 23 de septiembre 2008
Tema Psicología y Crecimiento Personal